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1 Introducción
Se conoce que el cambio climático producirá un
aumento de las temperaturas, ocasionando mayor
frecuencia de sequías y aumento de la variabilidad
climática en muchas regiones del mundo (Creutzig, et
al., 2018). En la actualidad, se prevé que el cambio
climático cause daño a plantaciones forestales y
mortalidad de árboles, particularmente en zonas
sometidas a mayores períodos de déficit de agua (Allen,
Macalady, Chenchouni, Bachelet, & Mcdowell, 2010;
Sánchez-Salguero, 2012). La estacionalidad más que la
cantidad de lluvia tiene un mayor efecto en determinar
la cobertura vegetal.
Los parámetros como aumento de la tasa de mortalidad,
cambios en la sucesión de las especies, disminución del
crecimiento en altura y diámetro entre otros, son
consecuencia del déficit hídrico; logrando reducir la
productividad de sistemas forestales y bosques naturales
(Lugo, Abelleira Martínez, Medina, Aymard, &
Heartsill, 2020).
Desafortunadamente, también la tala indiscriminada de
los bosques está ocasionando también su desaparición
por lo que establecer sistemas agroforestales o
plantaciones de árboles es una medida para amortiguar
la extracción de los bosques y crear ambientes
sustentables. Además, las plantaciones de árboles
constituyen una estrategia para suplir las demandas
futuras de madera.
En los bosques tropicales estacionalmente secos es
común que las plantas queden expuestas a períodos de
estrés hídrico (Hasselquist, Allen, & Santiago, 2010). En
estos bosques dominan las especies caducifolias ya que
están adaptadas para minimizar la pérdida de agua
durante los períodos de baja disponibilidad (Murphy &
Lugo, 1986). Dichas adaptaciones consisten en la
abscisión foliar, disminución del potencial hídrico (Ψ) y
almacenamiento de agua en sus órganos (Tyree, Vargas,
Engelbrecht, & Kursar, 2002), pero dependiendo de la
intensidad y duración del estrés hídrico éste influye en
los efectos y la capacidad de las plantas para resistirlo
(Engelbrecht, 2001; Garau, Ghersa, Lemcoff, & Barañao
2009).
Dichos efectos debidos a la sequía, producidos por el
cambio climático, más el desconocimiento de los
requerimientos hídricos y edáficos de la especie forestal,
conlleva a la selección de sitios no adecuado,
incrementando costos de inversión para el
establecimiento y mantenimiento silvicultural;
influyendo en el crecimiento óptimo o calidad de la
plantación.
En Ecuador existen actualmente cerca de 45000
hectáreas de Teca plantadas, y apunta a ser en corto
plazo el primer productor regional de este recurso
maderero. Aunque la Teca sólo se distribuye
naturalmente en zonas con clima monzónico, también
crece en las más variadas condiciones medio
ambientales formando parte de los bosques secos
deciduos, los cuales colindan con los matorrales
espinosos áridos (Kollert & Cherubini, 2012). Esta
especie tolera gran variedad de climas, pero crece mejor
en condiciones tropicales húmedas y calientes; con una
precipitación de 1300 a 2500 mm por año y una época
seca de 3 a 5 meses (Kollert & Cherubini, 2012).
El estudio del ciclaje de nutrientes en bosques y
plantaciones se realiza desde hace tiempo para entender
el manejo nutricional y la productividad, pero en la
última década se han enfocado en el efecto del cambio
climático asociados a la sequía y altas temperaturas
sobre el ciclaje de nutrientes (Johnson & Turner, 2019).
Una parte de este ciclaje de nutriente, lo constituye la
caída de hojas y su aporte de nutrientes a través de la
descomposición de la hojarasca, que influye en la
disponibilidad de nutrientes en el suelo y contribuye en
crecimiento de los árboles y la consecuente producción
de madera (Thaiutsa & Granger, 1979). Las tasas de
estos procesos involucrados en el reciclaje de nutrientes
en los bosques están reguladas por las condiciones de
temperatura y humedad (Prescott, Zabek, Staley, &
Kabzems, 2000).
En el caso de plantaciones de Teca en Ecuador no existen
investigaciones que evalúen la resiliencia a los cambios
climáticos bruscos, siendo necesario estudios que
permitan conocer cuál es la dinámica de caída de hoja y
el aporte de nutrientes en los periodos de sequía.
Además, conocer la relación de cantidad de nutrientes
entre las hojas antes de caer con relación a las ya caídas
permite estimar tasas de reciclaje y poder establecer
programas de fertilización más precisos. Esto serviría
como herramienta para mejorar los programas de
enmiendas al suelo y fertilización, manejo silvicultural,
y así asegurar un mejor aprovechamiento de la
plantación.
Igualmente conocer la dinámica de caída de hojas
permite también saber los momentos en el que el estrés
hídrico comienza a afectar con mayor intensidad en
función de la tasa de caída. No se sabe si la caída de hojas
es igual en todos los meses o es variable y si esa
variabilidad responde al contenido de agua en el suelo.
Esto nos lleva a preguntarnos en esta especie caducifolia
¿cómo el estrés hídrico influye en la caída de hojas y en
la aportación de nutrientes a través de la caída de esta?.