Novasinergia 2021, 4(1), 42-52 43
1. Introducción
El COVID-19, la enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2, fue declarada pandemia
global por la Organización Mundial de la Salud el 11 de Marzo de 2020 (World Health Organization,
2020), obligando a suspender eventos masivos, transporte, actividades comerciales y académicas a
nivel mundial (Vivanco-Saraguro, 2020). Frente a la declaratoria de emergencia sanitaria y con el fin
de salvaguardar la salud de los estudiantes y garantizar la continuidad de la educación, el Ministerio
de Educación en Ecuador dispuso desde el 16 de marzo de 2020, suspender las clases presenciales
en entidades privadas y públicas y continuar el proceso educativo a nivel nacional mediante la
utilización de recursos telemáticos. El objetivo fue que la educación no se detenga debido a la
emergencia sanitaria. En este contexto, el cierre de las instituciones educativas, diferencias
socioeconómicas de las familias, las condiciones demográficas, la falta de recursos tecnológicos, falta
de cobertura y acceso a internet, han desfavorecido significativamente el proceso de enseñanza-
aprendizaje y obligó a realizar enormes esfuerzos por parte de los actores directos como
autoridades, docentes, estudiantes y padres de familia para responder a las exigencias y
requerimientos que demanda la educación no presencial (Quiroz, 2020).
La drástica transición de la presencialidad a la virtualidad en la educación se convirtió en uno de los
retos más importantes que tuvieron que afrontar las instituciones educativas ya que no todas ni
todos sus docentes tienen la misma capacidad de respuesta ante el modelo de educación virtual
(Vivanco-Saraguro, 2020), agravado por marcada diferencia entre las clases sociales relacionada
íntimamente con el acceso a los recursos tecnológicos como dispositivos electrónicos y el acceso a
internet.
A partir del confinamiento provocado por la pandemia, la educación ha dado un giro a un estilo de
vida tecnológico y a la interconexión digital. Los docentes que se habían preocupado por brindar
una educación de calidad de una manera presencial a los estudiantes, por las medidas de
aislamiento, se vieron obligados a brindar una enseñanza virtual para la cual algunos no estaban
preparados (Bonilla-Guachamín, 2020). Las plataformas educativas y aplicaciones se convirtieron en
herramientas emergentes para dar continuidad al proceso de enseñanza-aprendizaje, permitiendo a
los estudiantes compartir ideas, experiencias, sugerencias, dudas y conocimientos de su entorno.
Entre las más utilizadas se encuentran: Microsoft Teams, Zoom, Google Classroom, Google Meet,
Podcast, grupos de Facebook, WhatsApp, entre otras (Cáceres-Piñaloza, 2020).
Por otro lado, la adaptación a la virtualidad de la planificación de las actividades docentes y la
metodología también ha resultado difícil. Los docentes no solo enfrentan desafíos tecnológicos al
tener que aprender a usar las plataformas digitales, sino también pedagógicos para trazar nuevos
objetivos, buscar las mejores estrategias, seleccionar los recursos complementarios más acordes y
planificar actividades posteriores a la clase (Bonilla-Guachamín, 2020).
En la educación inicial, el acompañamiento de los padres o representantes desempeña un papel
transcendental ya que de ellos depende enteramente alcanzar los objetivos de aprendizaje de sus
hijos. En este escenario, los padres de familia han tenido que asumir la educación formal de sus hijos,
tarea muy difícil sobre todo para aquellos con bajos niveles de formación y analfabetismo digital
(Vivanco-Saraguro, 2020; Cáceres-Piñaloza, 2020).
El uso de la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC), de la Tecnología para el
Aprendizaje y Conocimiento (TAC), el Internet y las redes sociales especialmente Facebook, se
convirtieron en los aliados claves para superar las barreras de distancia y tiempo de la educación
convencional (Quiroz, 2020). La idea de utilizar el sitio de la red social Facebook con fines educativos
no es nuevo (Alm, 2015; Balcikanli, 2015; Demiraslan, Çevik, & Haşlaman, 2014; Chugh & Ruhi,