Novasinergia 2023, 6(2), 06-22 9
moderna, no podemos ignorar el hecho de que en ciudades del capitalismo periférico como las
latinoamericanas el proceso de urbanización, desde la segunda mitad del siglo XIX, ha coincidido
siempre y con pocas excepciones -como podrían ser los casos de los enclaves industriales que se
forman en países como Argentina, Brasil, México o Colombia al calor de las políticas de
industrialización por sustitución de importaciones que se desplegaron durante la década de 1930,
1940 y 1950- con limitados procesos de industrialización (Carrión, 2001; Cobos, 2014).
Es decir, la tesis teórica de la correspondencia esencial entre la ciudad moderna y el proceso de
industrialización requiere de una serie de precisiones que permitan que en su generalidad abstracta
no se pierda de vista la especificidad de las ciudades periféricas de la modernidad capitalista. Se
trata de pensar la particularidad de eso que el propio Lefebvre define como “sociedad urbana”, o
sea, la realidad social que acompaña al proceso de constitución de la ciudad moderna, sin
esquematismos que presupongan que esa sociedad urbana es, sin excepción, efecto de los procesos
industriales, lo que significaría, como consecuencia, que allí donde no ha habido sino escasamente
ese tipo de procesos tampoco sería legítimo hablar de una sociedad urbana moderna.
Si bien es cierto que el propio Lefebvre enfatiza constantemente que la industrialización ha de ser el
punto de partida para cualquier reflexión contemporánea, incluyendo la que hace de la ciudad su
objeto de investigación, también está claro que la ciudad no es una realidad que haya comenzado a
existir tan sólo a partir de los procesos de industrialización que ocurren en Europa desde mediados
del siglo XIX. La relación entre ciudad e industrialización está caracterizada por tensiones y los
desequilibrios (Herrero & Pérez, 2001). En efecto, muchas de las magníficas creaciones urbanas de
las que tenemos memoria son auténticas obras cuya belleza proviene de tiempos anteriores a la
industrialización. “Resulta de todo punto imposible pensar la ciudad y lo urbano modernos en tanto
que obras (en el sentido amplio y fuerte de la obra de arte que transforma sus materiales) sin
concebirlos previamente como productos” (Lefebvre, 2013, p.55). Si la ciudad puede ser pensada
como obra de arte es porque tiene en ella algo de irremplazable, único e irrepetible. Por el contrario,
la ciudad entendida como producto es aquella que, sometida ya a la lógica productiva mercantil,
puede repetirse y, todavía más, es el resultado de gestos y actos repetitivos. Ahí donde impera la
repetición, el resultado no puede pensarse bajo ningún punto de vista como obra, sino que debe
pensarse estrictamente como producto.
Ahora bien, Lefebvre (2013) mostró que la distinción entre obra y producto es relativa, que entre
ambas dimensiones no hay ni plena identidad ni completa oposición, pues una y otra comparten el
hecho de ocupar un espacio, engendrarlo, elaborarlo y circular a través de él. Toda morada, desde
la cueva primitiva hasta la gran ciudad contemporánea, es a la vez obra y producto, lo cual muestra
bien la dificultad de analizar las relaciones sociales. Cualquier morada permite descubrir que, entre
naturaleza y cultura, obra y producto, tiempo y espacio, lo que existe es una serie de complejas
mediaciones y nunca oposiciones simples (pp.139-140). Así pues, el énfasis en alguna de estas
dimensiones es siempre analítico, y el pensamiento procurará insistentemente sacar a la luz las
mediaciones necesarias entre los dos términos. En efecto, al enfatizar el aspecto de obra de la ciudad,
apuntamos al hecho de que está profundamente definida por su valor de uso. Mientras tanto, en la
medida en que podemos afirmar que la ciudad es un producto, estamos subrayando el hecho de que
ya se ha subsumido a la lógica del valor de cambio, lo que equivale a decir que se ha convertido en
una mercancía. Esto último es precisamente lo que ocurre en el mundo contemporáneo, en el que
las ciudades son reducidas cada vez más a puros espacios para el turismo internacional o fragmentos
de espacios intercambiables de acuerdo con el precio que es especulativamente definido por la lógica
del capital inmobiliario (López, 2020; Cobos, 2020).