Novasinergia 2024, 7(1), 67-87 68
1. Introducción
La contaminación acústica es un problema territorial en crecimiento dentro de las
ciudades, incrementando su frecuencia e intensidad día a día, de hecho, en la actualidad se
la categoriza como una plaga moderna (Goines & Hagler, 2007) en extensión, frecuencia y
gravedad como resultado del aumento de la población, la urbanización y los desarrollos
tecnológicos (Brown, 2015). El ruido ambiental se ha convertido en uno de los
contaminantes más molestos de la sociedad actual que incide directamente sobre el
bienestar de la población (Platzer M et al., 2007). La palabra ruido puede definirse como
sonido irritante, en el lugar y en el momento equivocado. El ruido comunitario, conocido
también como ruido ambiental, es aquel emitido por todas las fuentes, excepto ruido en el
lugar de trabajo industrial. Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS),
define a la contaminación acústica como el tercer tipo de contaminación ambiental más
peligrosa, precedida solo por la contaminación del aire (emisión de gases) y del agua
(Khilman, 2004).
La contaminación acústica es una molestia para los seres humanos, ya que puede
interrumpir sus actividades o perturbar el equilibrio dentro de su forma de vida, entre las
consecuencias más graves a causa de la exposición se pueden evidenciar: los efectos en el
sistema respiratorio y el sistema nervioso (central y periférico), estrés, discapacidad
auditiva, problemas cardiovasculares y trastornos del sueño, etc. En la Unión Europea, se
estima que el 40% de las personas viven en zonas de alta contaminación, generada
principalmente por el ruido vehicular, con un nivel equivalente de presión sonora que
excede 55 dB(A) en el día y, el 20% están expuestos a más de 65 dB(A). Se considera como
contaminación acústica nocturna niveles de ruido superiores a 55 dB(A) (Organización
Mundial de la Salud [OMS], 1999).
En literatura científica se identifica como la principal causa del ruido urbano el proveniente
de tráfico vehicular, o conocido también como ruido de tráfico, hecho que no se manifiesta
exclusivamente en los países desarrollados, sino también en aquellos en vías de desarrollo
(Bostanci, 2018). En los últimos 50 años, en América Latina el crecimiento urbano ha
aumentado en varios países hasta un 80%, como resultado de un éxodo rural hacia las
ciudades. La urbanización, el crecimiento económico y la popularización del automóvil, son
las principales fuentes de ruido en entornos urbanos. El ruido de tráfico se origina
principalmente en los motores, los sistemas de escape, los neumáticos y la interacción de los
vehículos con la carretera, en muchos de los casos, este sobrepasa los límites permisibles de
las normativas nacionales e internacionales (Khan et al., 2018).
En Ecuador, la contaminación por ruido, se ampara en la reforma de la Constitución del año
2008, que establece, en su artículo 66, numeral 27, que el Estado garantizará a las personas
el derecho a vivir en un ambiente sano, ecológicamente equilibrado, libre de contaminación
y en armonía con la naturaleza (Asamblea Nacional, 2008). Por otro lado, el Art. 27 del
Código Orgánico Ambiental (Asamblea Nacional, 2017), faculta a los Gobiernos Autónomos
Descentralizados (GAD’s), el control de los parámetros ambientales y la aplicación de
normas técnicas de los componentes agua, suelo, aire y ruido; a pesar de esto, solamente 3
ciudades de las 17 que sobrepasan los 100.000 habitantes, que son Quito, Cuenca y